¿Qué es el hambre emocional ?
¿Te suena el concepto de hambre emocional? ¿Alguna vez has pensado que comes impulsad@ por tus emociones? ¿Tu relación con la comida no es sana?
Las emociones y la alimentación están relacionadas de forma natural, pues se influyen mutuamente. Al ser la alimentación una necesidad básica del ser humano, se encuentra ligada culturalmente a relaciones sociales y de cuidado, por lo que reporta emociones de diversa índole.
Los alimentos poseen distintos compuestos que tienen un efecto directo a nivel cerebral, y por tanto en las emociones que experimentamos. Asimismo, a través del sentido del gusto, buscamos disfrutar de los diferentes sabores, lo que convierte algunos alimentos en “premios” que nos aportan satisfacción y nos hacen sentir mejor momentáneamente.
Dicho esto, cuando hablamos de hambre emocional, normalmente nos referimos al impulso de comer (a menudo compulsivamente) para llenar un vacío emocional o tapar emociones que no nos gustan o no sabemos gestionar adecuadamente.
Esto puede llevarnos a la utilización de la comida como un recurso para regular nuestras emociones, lo que en ocasiones se convierte en un hábito inadecuado y problemático a largo plazo.
¿Cuál es el origen del problema?
Habitualmente, el origen del hambre emocional está en una relación inadecuada con las propias emociones y una mala gestión de las mismas.
Las emociones son impulsos psicofisiológicos (a nivel mental y corporal) necesarios y adaptativos, que nos alertan de que ocurre algo y nos motivan a actuar en consecuencia. Sin embargo, durante siglos se han visto denostadas y aún hoy en día arrastramos la concepción de que representan debilidad, lo que nos dificulta el aceptarlas como lo que son y manejarlas correctamente.
Cuando surgen emociones que nos resultan desagradables (tristeza, ansiedad, aburrimiento…) y no sabemos manejarlas, a menudo intentamos utilizar recursos externos que nos distraigan o suplan esa necesidad básica, entre ellos la comida.
¿Comes por ansiedad?
La ansiedad es el ejemplo más habitual de emoción que nos impulsa a comer de forma compulsiva, es decir, en exceso y sin control. Es una emoción normal y útil, pero al percibirla como desagradable y no saber gestionarla, tendemos a buscar una vía de escape para evitar sentirla o reducirla de alguna forma. Esto es algo que todos hemos hecho alguna vez y no necesariamente se convierte en problemático.
Sin embargo, cuando esta estrategia inadecuada es recurrente y se convierte en hábito, la emoción que intentamos tapar cada vez será más intensa y duradera, y nuestra relación con la comida más tóxica e insana.
¿Cómo puedo identificar el hambre emocional?
El hambre real responde a las necesidades fisiológicas energéticas del cuerpo, mientras que el hambre emocional surge para intentar reducir o evitar alguna emoción desagradable.
El primer paso es aprender a diferenciarlas, para lo que hay una serie de trucos que pueden ayudarte:
Hambre real | Hambre emocional |
Suele aparecer progresivamente | Aparece repentinamente |
Suele surgir en horarios más o menos regulares | Puede surgir a cualquier hora y con mayor frecuencia |
Puede esperar | Necesita ser saciada inmediatamente |
Se siente en el estómago | Se siente en diversas partes del cuerpo, de forma difusa |
Se sacia con cualquier alimento | Pide alimentos específicos, habitualmente con alto contenido calórico (antojos) |
Se disfruta de la comida | No se llega a disfrutar del todo de la comida, se ingiere apresuradamente |
Dejas de comer cuando se sacia | Da la sensación de no poder parar de comer, aun estando llen@ |
Te sientes bien al terminar | Te sientes mal, con culpa, vergüenza e insatisfacción |
No obstante, una vez diferenciados, debemos aprender a identificar las propias emociones disparadoras del hambre emocional, pues están en la base del problema.
Para ello, puedes empezar por pararte a sentir y percibir tu estado corporal y emocional al menos una vez al día, para ir conociéndote mejor a ese nivel.
Por otro lado, cuando sientas el impulso de comer, hazte las siguientes preguntas:
- ¿Cómo me siento?
- ¿De dónde nace esta necesidad? ¿Es puramente física?
- ¿Dónde la noto? ¿Ha surgido de repente?
Puede ser de gran utilidad parar un momento a escribir estas preguntas y sus respectivas respuestas. Si te indican que lo que te lleva a comer en ese momento responde a un problema emocional, tómate un momento para pensar si te compensa, y sustituye esa conducta por otra, como salir a pasear o hablar con alguien cercano.
Consecuencias
Desgraciadamente, el hábito del comer compulsivo puede convertirse en un problema más grave para la salud, como sobrepeso u obesidad, y por supuesto derivar en otro tipo de conductas autodestructivas y compulsivas, así como problemas psicológicos que surjan a raíz de las dificultades en la gestión emocional de base.
Por ello, es recomendable poner fin a los hábitos poco saludables y sustituirlos por otros nuevos. Este cambio requiere tiempo, y conlleva un aprendizaje emocional para lo que la terapia psicológica especializada resulta de gran ayuda.
Atrévete a mejorar tus hábitos emocionales y alimenticios y dejar que esto repercuta positivamente en todos los ámbitos de tu vida.
Ana Rodríguez Angelina. Psicóloga sanitaria especializada en emociones y salud.
Colegiada M-32451
Gabinete Lourdes Ruíz Gordo.